Elizabeth Lapthorne - Vampiros De Montague‏

 

Desesperado y sin cita
Vicci está intentando ganar un poco más de dinero. Se ha tomado un tiempo sabático en su mejor pagado trabajo como mercenaria, deseando asentar su vida y tal vez encontrar el amor. En su lugar, se aburre mucho y sus fondos escasean. Acepta un trabajo como integrante de la seguridad del baile inaugural para vampiros Desesperado y sin Cita, principalmente porque no puede ser muy complicado vigilar a un puñado de humanos y no-humanos interactúan con un puñado de vampiros, pero también porque le ayuda a pasar el rato.El Príncipe Vladmir no había planeado acudir al baile Desesperado y sin Cita en absoluto. Pero algún tipo de capricho o antojo le llevó hasta allí. Y tío, se alegraba de haber ido. Desde el primer instante se sintió atraído por Vicci, pero mientras charlaban se percató de que no solamente le excitaba por completo entrando en el Ciclo Vampírico de la Fertilidad, sino que Vicci también es la mujer especial que puede completar su Círculo del Alma.

 


Fantasias Ardientes
Clare Rooney trabajaba en la biblioteca de la universidad, y aunque su vida no era exactamente lo que había esperado tampoco se podía quejar. Estaba rodeada de libros to-dos los días y tenía sus fantasías eróticas para mantenerla caliente por la noche. Entonces Clare encontró un tomo en la biblioteca de la Antigua Civilización de los Primeros Vampi-ros y comenzó a entender que el mundo era un poco mayor de lo que creía. No solo eso sino que iba a aparecer algo —o alguien— mucho mejor que sus fantasías.Simeon Montague se sentía incómodo, y era una pena que la mujer de sus fantasías eróticas fuera más apetecible que cualquiera de las señoritas del pub. Cuando Gavreel, su padre, no contactó con Simeon o cualquiera de sus hermanos en dos meses, decidió poner-se en contacto con él y asegurarse de que el anciano no se había metido en ningún problema. Pero cuando Simeon encontró a Clare en la tienda de Gavreel se apareció el extraño potencial de convertir sus fantasías en realidad, y Simeon supo que ambos iban a empezar la cabalgada de su vida.

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